La magia de arreglar: Las enseñanzas de un abuelo excepcional

El Arreglador Mágico

Por Eduardo Martin, alumno avanzado

Cuando lo conocí ya tenía sus 60 o 70 años. Era un señor como tantos, no mucho alto, delgado pero fuerte, sin los pelos que la vida lo había sacado y con aspecto que contaba parte de la historia mora en España.

Su nombre era como tantos otros, Juan. Y como tantos otros de su época pasó por las asperezas de la guerra civil española, por la crisis que sucedió y por la mezcla de sentimientos de cambiar de país con su familia.

Pero, delante de todo eso, lo que solo este Juan tenía era la curiosidad y las ganas de aprender y hacer. Su vida fue marcada por investigar, estudiar y intentar hasta que sucediera en lo que quería. Con pocos recursos y viviendo en una pequeña ciudad de Cataluña, tubo de estudiar por correspondencia para se tornar un profesional en electricidad. En sus trabajos, siempre que posible intentaba cambiar o hacer algo nuevo, de forma que estuviera siempre aprendiendo algo.

Esto le dio su superpoder, “El Arreglador Mágico”. Cuando cualquier cosa se quebraba, bastaba llevar a su oficina mágica. La oficina estaba en un rincón encantado, escondido en el medio de la Mata Atlántica, rodeado por flores y plantas. El escenario ideal para un niño divertirse en cuanto El Arreglador Mágico hacía su trabajo.

Cierto día mi autito de control remoto se rompió. Yo pensé que no habría solución, pero nada era imposible para el Arreglador Mágico. Llevé el autito para su oficina secreta y después de 2 días, un tanto de creatividad, tornillos y soldadura, el autito pasó a funcionar, ahora no más con control remoto, pero con una palanca que lo hacía andar.

Estas aventuras de creatividad, curiosidad y soluciones parecían solamente un super poder, como si fuera un “Hugo Cabret” de la vida real. Pero fueron para mí una inspiración de que siempre hay una solución, siempre hay un camino y una forma de estar preparado para encontrarlas.

De las muchas personas que nos inspiran, mi abuelo Juan es una de las más importantes. Su curiosidad, trabajo duro y dedicación me enseñan hasta hoy los caminos que debo seguir. Sea en mi trabajo, sea con mis hijos.