Mi Viaje a Argentina

Por Bruno Proença, aluno básico que ya no es tan básico

Mi viaje por Argentina comenzó en Buenos Aires. Caminé por el barrio de San Telmo y, allí, entre ferias de antigüedades y músicos callejeros, sentí por primera vez el espíritu vibrante de la ciudad. En una mañana soleada me encontré frente al Obelisco, esa aguja blanca que parece señalar el cielo. Crucé la 9 de Julio sintiéndome pequeño entre autos, edificios y teatros. Luego seguí hacia La Boca, donde la diversidad de colores de Caminito llamaba mucho la atención.

Al día siguiente decidí ir a Puerto Madero. El Puente de la Mujer se reflejaba en el agua tranquila, haciendo que el paisaje fuera aún más bonito. Fue allí, sentado en un banco frente al río, cuando pensé por primera vez en cruzar hacia Uruguay. Siempre había escuchado hablar de Colonia del Sacramento, de su calma y de su historia, y el deseo de conocerla empezó a crecer.

Al día siguiente compré mi pasaje. El ferry partía desde Puerto Madero. Me senté cerca de una ventana y, mientras el barco se alejaba, vi el contorno de Buenos Aires volviéndose difuso detrás de una ligera neblina. Poco a poco, la expectativa fue creciendo: del otro lado me esperaba un nuevo país, una historia diferente. Finalmente, la costa comenzó a aparecer. Las primeras casas de Colonia del Sacramento surgieron entre los árboles y, al bajar del ferry, respiré un aire distinto — una paz y una tranquilidad incomparables. Las calles de piedra, los faroles coloniales y los muros antiguos le daban un encanto especial a esa ciudad tan hermosa.

Al día siguiente me dirigí a Núñez para conocer el Estadio Monumental, la casa de River Plate. Desde lejos, aquella enorme estructura ya impresionaba. Caminé por las gradas, los vestuarios y el museo, imaginando el estadio lleno y recordando la historia de los grandes jugadores que pasaron por allí.